Monday, December 18, 2006

El ´síndrome Marlboro´

Nunca falla. Puede usted ponerlo a prueba una y otra vez. Pregunte en alguna de estas reuniones familiares o de oficina a todos los comensales congregados a la mesa. La votación siempre será mayoritaria: ¿Cuáles creen que son los cigarros de mayor venta en México? ¡Ah, pues los Marlboro!

Y es que me atrevo a afirmar que ustedes que me leen o me escuchan son -en su gran mayoría- de clase media o alrededores. De tal suerte, nuestra percepción favorece a esta marca, aunque no ignoramos la existencia de otras más baratas en el mercado. Pero el síndrome Marlboro se acentúa notablemente en las clases media-alta y alta: los que cambian de coche mínimo cada dos modelos; que gozan de membresía en algún gym de catego; que se echan un viajecito -Las Vegas, mínimo- más o menos cada año; que cuentan por lo menos con un par de restaurantes donde los reconocen en la entrada; que -por supuesto- tienen una buena chamba en el gobierno, la IP o ya de perdis la banca o alguna casa de bolsa; los que se sienten privilegiados si El Divino o Cabal Peniche los saludan aunque sea de lejecitos; los que ya la hicieron si alguien del gobierno entrante les echa un lazo aunque sea a través de interpósita persona.

Bueno, en estos predestinados el síndrome Marlboro -ya de por sí enfermizo- se manifiesta crónicamente. Es muy simple: no más no pueden concebir que alguien pueda fumar otra cosa; en todo caso unos Camel o ya te vas para arriba con unos Virginia Slims para las chavas o unos Dunhill para los hombres.

Lo malo para unos y otros es que el mundo Marlboro no es como lo perciben. Si bien es el cigarro de mayor venta -tiene 27% del mercado en sus diversas modalidades-, no es de ninguna manera el único. Resulta que hay muchas otras marcas que dominan en otros segmentos de la población y que suman mayoría en siete de cada 10 mexicanos, es decir, 70% de la población que no vive en el Marlboro Country. Ahí les van algunas de las más populares: Baronet, Broadway, Dalton, Montana, Fiesta, Del Prado, Boots, Elegantes, Argentinos y los inigualables y mexicanísimos Delicados. La mayoría absolutamente desconocidas para los privilegiados.

Pero lo más grave es que ese 30% de suertudos no sólo no miran jamás sino difícilmente voltean a ver a esa contundente mayoría. Apenas conocen al resto del país: México visto desde las ventanillas de jets privados y aviones comerciales; la nación dirimida en salas de juntas, una pantalla de internet o en el mejor de los casos un antro de moda. Cuántos de los que padecen el síndrome Marlboro se han subido alguna vez al Metro. Cuántos saben en qué consiste una ONG. ¿Alguno habrá participado en una manifestación popular? ¿Hay quienes desde esas alturas socioeconómicas se hayan atrevido a conocer y caminar esos molestos cinturones de miseria que sólo se ven al despegar o aterrizar? O que se hayan detenido -aunque sea por curiosidad- una sola vez a conocer un pueblo o ranchería entre dos ciudades de las que sí valen la pena. Quién le ha visto el rostro a la miseria. No.

En definitiva el síndrome Marlboro ejemplifica la coexistencia de estos dos Méxicos paralelos pero distantes y distintos el uno del otro. Dos realidades brutalmente opuestas que se vieron las caras -y a veces también las fauces- en la elección presidencial de este 2006. Dos países diferentes. Casi dos planetas diversos. Que siguen sin escucharse a pesar de un lenguaje común.

Y es que va más allá de eso. Se trata de un desentendimiento profundo entre ambas concepciones del mundo y el país. De dos maneras de vivir la vida entre quienes tienen mucho y sus comparsas que ahí la llevan frente a quienes tienen muy poco, y aun teniendo cargan con la pesada cruz de un México profundamente injusto y frecuentemente violento. La nación, de tan confrontada en estos largos meses de odio y amenazas, se encuentra también dividida y rabiosa. Ojerosa y cansada. Exhausta y a punto del colapso. Menos mal que ya termina este año fatídico para la convivencia. Un lapso que habrá de quedar marcado por la injuria, la diatriba y la intolerancia.

Un año en que aquellos de los Faros, los Carmencitas, los Alas y los Tigres -que a veces rugen- estuvieron a punto de lograrlo.

P. D. Gracias Juan Ramón de la Fuente por defendernos a todos. Los dejo descansar. Espero reencontrarnos el lunes 8. ¡Felicidades!

Ricardo Rocha

Monday, December 11, 2006

¿Qué orden?

Vicente Fox heredó el vacío del poder. El nuevo Presidente debía llenarlo. La sociedad quiere orden y apoyará a quien se lo proporcione. Los primeros pasos de Felipe Calderón han sido para ocupar la silla presidencial y para empezar a establecer orden. La pregunta es: ¿de qué orden se trata?

La izquierda mira con creciente sospecha que el gobierno quiera imponer orden mediante la represión. Un cartón de El Fisgón, en La Jornada, resume la percepción dominante: "Aparece Francisco Franco, levantándose de su tumba, para leer el informe sobre las actividades de la primera semana del gobierno de Calderón: represión en Oaxaca; presos y desaparecidos; aprehensión de Flavio Sosa; amenazas a periodistas; recorte en educación y cultura; aumento al Ejército; amenaza de procesar a AMLO; Ramírez acuña a Segob. Ante ese informe, Franco concluye que no está mal para la primera semana".

La derecha está muy contenta precisamente por razones semejantes. Cree tener un Presidente que no estará limitado por el "síndrome del 68" y que, por lo tanto, utilizará la fuerza cuando sea necesario. Cree que no se volverán a repetir los "machetes de Atenco", ni los plantones de Reforma, ni las expresiones duras del movimiento popular de Oaxaca. Consideran que Calderón está resultando incluso mejor de lo que esperaban. La verdad es que el establecimiento del orden no está resuelto. La derecha hace cuentas alegres si supone que, sin consecuencias, podrán utilizar la fuerza en contra de la izquierda y la inconformidad social. La fuerza da resultado en el corto plazo, pero no garantiza que no habrá reacciones posteriores, ni que ese estilo sea sostenible sin dosis crecientes de represión. Quienes apuestan a la represión no saben de lo que están hablando. Si en cualquier situación su utilización conlleva los mayores riesgos, en una sociedad dividida, la represión es aún más peligrosa.

El presidente Calderón y su secretario de Gobernación necesitan precisamente lo contrario. Ganar autoridad sin recurrir a la represión. Pero no se gana autoridad con un gobierno faccioso, ni con uno que sea duro con los débiles y blando con los poderosos. Se gana cuando la autoridad se pone por encima de las partes, toma decisiones imparciales y sirve al interés general.

El gobierno ganará autoridad en la medida en la que demuestre dignidad y autonomía frente a los poderes fácticos. Cuando aprenda a decirles: ¡eso no! Lo otro, mandar detener a Flavio Sosa y hacerlo cuando se le había dicho a la APPO que habría diálogo, no es una muestra de pericia ni de fuerza.

En términos de autoridad política verdadera, todavía no se ve nada. Los intereses lograron cambios en el gabinete que los favorecen. Todos están tranquilos, pues se saben impunes. Saben que contarán con el Presidente para proteger sus mercados y sus privilegios. Se saben en ventaja: la principal es que ya midieron al Presidente. Saben que él se percibe a sí mismo como débil para emprender cualquier reforma de fondo, pues considera no tener el suficiente capital político. Felipe Calderón ha logrado su primer objetivo: sentarse. Ha estado tomando decisiones que llenen el vacío de poder que heredó. Lo uno y lo otro lo tenía que hacer. Pero si persiste en apretar sólo de un lado, rápidamente se meterá en un tobogán en el que él dejará de conducir el proceso. Tendrá que servir a intereses crudos que lo acompañarán mientras les convenga.

El orden duro no funciona. Basta echar un vistazo a las consecuencias desastrosas para Estados Unidos que está significando su intervención en Irak (el proyecto de la ultraderecha que festinaba después de la entrada de las tropas a Bagdad, como si todo estuviera resuelto), para recordar la tesis clásica: un gobierno necesita para sobrevivir de eficacia y legitimidad, pero si tuviera que prescindir de una de las dos, debería quedarse con la legitimidad.

El de Felipe Calderón es un gobierno con un problema de legitimidad. Su peor error sería concluir que no la necesita. Que con sólo decidirse a meter un orden duro, podrá gobernar. No es así.

manuel camacho solis

Thursday, December 07, 2006

Faltos de palabra

Faltos de palabra
Luis Javier Valero Flores

En Chihuahua se les dice de otra manera, pues se deplora grandemente no honrar la palabra empeñada. De otro modo, a quienes no cumplen con sus compromisos, y peor aún, los traicionan, se les acusa de carentes del afecto maternal.

No de otra manera puede catalogarse la ilegal, abusiva y traidora detención, el martes pasado, de Flavio Sosa, uno de los más conocidos dirigentes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), por elementos de la PGR.

Sosa y otros dirigentes del movimiento oaxaqueño habían concertado entrevistarse con funcionarios de la Secretaría de Gobernación para discutir algunas posibles medidas de solución al largo y violento conflicto de aquella entidad. Citados exprofesamente por los funcionarios federales a la ciudad de México fueron detenidos al salir de una conferencia de prensa.
La detención está plagada de ilegalidades. Junto con Flavio Sosa fueron detenidos su hermano Horacio, Ignacio García Maldonado y Marcelino Coache Verano. Flavio y Horacio están acusados de secuestro, robo calificado con violencia, lesiones calificadas, daños dolosos, por incendio, sedición y ataques a las vías generales de comunicación. Las órdenes de aprehensión fueron emitidas por jueces federales y de Oaxaca. Ignacio García Maldonado y Marcelino Coache Verano no tenían órdenes de aprehensión pero ¡Se les inició una averiguación previa por oponerse a la detención en el momento de los hechos!

Luego, Flavio Sosa fue trasladado al penal de máxima seguridad de La Palma, en Almoloya de Juárez, estado de México, mientras su hermano Horacio fue trasladado al CEFERESO 4, El Rincón, Nayarit. La detención de los hermanos Sosa se hizo ­pese a que contaban con tres amparos de la justicia federal­ y sucede una semana después de la aprehensión de su hermano Erick, recluido en el penal federal de Matamoros, por cargos similares.

La detención de Flavio Sosa y demás dirigentes es una grave agresión, no sólo a los derechos constitucionales de los detenidos, también es un ominoso mensaje del gobierno federal a las fuerzas políticas y populares de la oposición y es una clara evidencia del creciente clima de ingobernabilidad existente en aquella entidad.

La detención de quien ahora es acusado de ser un vándalo –y nuevamente, qué raro, se desata un linchamiento mediático contra el dirigente oaxaqueño- se hizo mediante las peores armas: El engaño y la traición.

Por añadidura, la detención se efectuó por elementos de los cuerpos policíacos federales, sin que existieran –o les mostraran a los detenidos- las respectivas órdenes de aprehensión y los exhortos que debió enviar la Procuraduría de Justicia de Oaxaca. Más aún, todavía hasta ayer por la mañana se informaba que los jueces federales estaban integrando las averiguaciones previas de la probable comisión de delitos federales. A esas ilegalidades se suma el hecho, anticonstitucional, de someterlos a prisión en el Estado de México.

Los hechos que aquí comentamos tienen como origen directo el amplio rechazo existente en la entidad al Gobernador Ulises Ruiz y son los últimos acontecimientos de la grave crisis política por la que pasan los habitantes de aquella entidad.

Pero si hubiera esperanza de encontrar, en el gobierno federal, algún ánimo “componedor” de la situación, las expresiones lanzadas por los senadores del PAN y la actitud de los priistas las echó por tierra. Los panistas aplaudieron estruendosamente la detención de los dirigentes de la APPO, en tanto que los asesinos del camarógrafo estadounidense, Brad Will, están libres, y los luchadores sociales y simpatizantes de la agrupación popular en prisiones de alta seguridad, y eso a pesar de que el ex secretario de Gobernación, Carlos Abascal, llamaba “Don Flavio" a quien ahora consideran un delincuente que debe ser recluido en el penal de alta seguridad de Almoloya debido a su elevada “peligrosidad”, según manifiestan, por sus actos, los captores del dirigente oaxaqueño.

Pero la detención de estos dirigentes es sólo la parte más visible de la política de “arrasamiento”, instrumentada por el gobierno federal para sostener al gobernador priista Ulises Ruiz. En estos momentos existen 525 detenidos, 60 sin presentar ante ninguna autoridad y en el curso del conflicto se han presentado 17 asesinatos. Más. A todos los encarcelados se les apresó sin órdenes de detención y fueron golpeados y trasladados a cárceles de otros estados, en especial a Nayarit, esto es, a más 1200 kilómetros de Oaxaca.

Por si les faltara algo, a todos los detenidos –sin excepción alguna, gente de escasos recursos económicos- los jueces les fijaron, individualmente, una fianza de 4 millones de pesos (a los que les alcanza ese beneficio de acuerdo con la ley), con lo que se viola una garantía más de cada uno de los detenidos, la del debido juicio, pues solo personas solventes económicamente podrían afrontar los gastos de un juicio que se celebra tan lejos del lugar de residencia.

No es motivo para el festejo del gobierno federal –por supuesto para el oaxaqueño tampoco- las presentes detenciones, lejos de abonar a la construcción de un clima de diálogo y de mesura, la decisión gubernamental radicalizará el conflicto y volverá todavía más lejana la posibilidad de solucionarlo.

Y para quienes piensan que la APPO es una organización de “vándalos”, cabe aclararles que, por ejemplo, en ella participan de manera más que activa los sindicatos de telefonistas, del Seguro Social, del Gobierno del Estado, de la Universidad Benito Juárez, de los principales sindicatos de los ayuntamientos, además de la sección 22 del magisterio; no se trata, pues, de cualquier organismo marginal, con gente “radical” intransigente e irreflexiva.

Sirva de ejemplo, tan sólo, que quizá el más reconocido oaxaqueño de nuestros días, el pintor Francisco Toledo, encabezó la creación del Comité de Liberación 25 de Noviembre de los detenidos. En esa tarea lo acompañan, entre otros, escritores, intelectuales, periodistas, defensores de derechos humanos, abogados y representantes de la Iglesia católica. La lista de quienes integran ese comité impresiona: Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Carlos Montemayor, Graciela Iturbide, Demián Flores, Rafael Barajas El Fisgón, Gabriel Macotela, Angeles Romero Frizzi, Sara Méndez Morales, Alejandro de Avila Blomberg, Claudina López Morales, Alma Soto, César Mayoral Figueroa, Israel Ochoa Lara, Armando Figueroa, Casiano Luis Mejía, Arturo Peimbert y Romualdo Wilfredo Mayrén Peláez, coordinador de la Comisión de Justicia y Paz de la Arquidiócesis de Antequera-Oaxaca.

Dichos de manera muy “queda”, con una voz suave, los juicios de Toledo ilustran bien la situación: “Durante el movimiento magisterial y popular han habido muchos crímenes contra integrantes de la APPO, pero los responsables no están en la cárcel, y a quienes se les agarra, después se les suelta”.

¡Ah pero ahora sí hasta el senador panista, Federico Döring afirma que "sería sano que Ulises Ruiz dejara la gubernatura de Oaxaca", pero unas semanas atrás había sostenido, con su voto, lo contrario.

PD.- A cinco meses de las elecciones y en homenaje a quien es capaz de mantener una postura digna, acorde con sus principios, bueno es repetirlo: Es un honor estar con Obrador.